Detesto Sanxenxo (alias Sanjenjo) en verano. Está abarrotado, la playa es diminuta, los coches no dejan de circular y el ambiente del puerto deportivo parece sacado de Marbella en sus peores días. Pero en invierno, la ciudad se transforma; la población disminuye drásticamente y todo adquiere un aire melancólico que personalmente encuentro encantador. Me gusta pasear por el paseo azotado por el viento, observar a las escasas parejas intentando protegerse de la lluvia mientras caminan. Disfruto de la neblina que se forma en las montañas cercanas y me embriaga la serenidad salada que impregna el ambiente.
En medio de esta tranquilidad, descubrimos una pequeña bodega llamada Eidos, que, a pesar de su modestia, muestra un firme compromiso con la tradición y la calidad al producir una cantidad limitada de albariños que capturan parte de la esencia de este entorno.
Recientemente, tuvimos la suerte de visitar la bodega y conocer a Manuel Villalustre, su viticultor, quien nos reveló su enfoque honesto hacia la producción de vino, algo que escasea cada vez más en la región.
Eidos produce tres marcas distintas: Eidos, Veigas y Contraaparede. Aunque inicialmente nos llamó la atención Contraaparede, hoy nos centraremos en su vino intermedio, Veigas de Padriñán, elaborado a partir de una selección cuidadosa de viñedos propios situados en Sanxenxo.
Aunque estos viñedos están ubicados en la subzona del Salnés, sus características únicas en términos de orientación, altitud y microclima confieren a las uvas una identidad distintiva. Esta singularidad, combinada con la vendimia algo tardía que practica la bodega, da como resultado unos albariños peculiares, alejados de los estándares habituales de la región.
Veigas de Padriñán se elabora exclusivamente con uvas procedentes de las mejores parcelas de la bodega, cuya media de edad supera los sesenta años. Tras la cuidadosa selección y el prensado, el mosto fermenta y se cría con sus lías durante unos nueve meses en grandes depósitos de acero inoxidable.
El resultado es Veigas 2008, un vino joven con un color amarillo pajizo y destellos dorados. En nariz, presenta una evolución desde notas cítricas limpias y florales hacia aromas más complejos de miel, lima y manzana verde, con un fondo mineral y salino que evoca la tempestad en las rocas.
En boca, evoluciona desde una entrada limpia y cítrica a una experiencia más compleja y duradera, con una buena acidez y una amplitud que se complementa con notas de miel, limón y una marcada mineralidad.
Frente a la ligereza habitual de los albariños, Veigas de Padriñán se presenta como un vino más robusto y pausado, pero sin caer en la pesadez. Es rico en matices y sabores, perfecto para disfrutar junto a un buen queso de cabra frente a la chimenea en una tarde de temporal.
En resumen, Veigas de Padriñán es un albariño que nos invita a saborear el invierno con cada sorbo, ofreciendo una experiencia sensorial única que nos transporta a este tranquilo rincón de Galicia.